viernes, 4 de septiembre de 2009


Convivir

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Se suele decir que convivir es fácil, que todo es cuestión de educación, de principios y cosas parecidas. Los que conviven por necesidad opinan de un modo muy distinto y es lógico porque una cosa es tomar lo que gustas y otra muy diferente que te fuercen a tomarlo aunque no quieras. Es obvio, sin embargo, que este no es el mejor ejemplo, y tampoco que la convivencia forme parte obligada de la educación. Pienso que es algo bastante más sutil. Creo que estar dotado de tolerancia, de comprensión y de educación es algo forzoso en la convivencia del día a día, del boca a boca, aunque es forzado el don inevitable de tolerancia y la discreción y sin duda la aceptación hacia el otro o los otros, que para convivir no es necesariamente obligado que sea otra persona o siete, pongo por caso.
La sensibilidad del individuo para convivir es esencial, yo diría que indispensable. Si uno de los que conviven no aporta nada y espera que todo lo aporten los demás, incide para llegar al fracaso. Un tipo de esta categoría no merece compañía, es llamado a la soledad, a disfrutar de ella, si es lo que en realidad desea o necesita.
La convivencia es algo tan puro e indescriptiblemente necesario que resulta imposible aceptarla si no se hace con todos los pros y los contras, con el bien y con el mal. Es de muy mal gusto que una persona espere de la otra todo el bien sin hacer por sí misma nada para ganarlo, considerándose que están obligados los demás a entregárselo todo. La convivencia es algo más importante, de nada sirve pensar que lo mereces todo si no has puesto nada de tu parte. Resulta muy lamentable que en esa convivencia todo sea dado por una de las partes, cuando el otro no hace lo posible por allanar asperezas, buscar holgadas salidas para 1os tropiezos y hallar, digamos, la serenidad mutua. Porque mientras uno de ambos, o sólo uno entre siete sea feliz a su aire y manera, si no tiene en cuenta la felicidad de los demás, podríamos pensar que estábamos ante un ente cuya sensibilidad, además de ser nula, es también monstruosa, porque si se espera que la felicidad le sea dada sin aportar nada de su parte, resulta siempre un fracaso, y no porque los demás lo busquen y ella misma lo desee, sino porque no ha sabido compartir ni tolerar ni aceptar a los demás.
Es evidente que el individuo busca muchas veces la felicidad a base del sacrificio ajeno, lo cual no es nunca aceptable en la sociedad ni en el convivir de cada día. Tampoco se entiende con facilidad al conjunto de seres humanos que te rodean. Por ejemplo, hace unas cuantas semanas yo misma escribí algo sobre la hipocresía y es evidente que algunos se dieron por aludidos, lo cual no deja de ser una osadía y una pretensión por parte de esas personas. Con la convivencia sucede algo muy parecido. Se es dichoso porque no se estudia el entorno ni a las personas con las cuales tienes una cierta relación y eso siempre es contraproducente. La felicidad debe ser solidaria y el que convive ha de tener muy en cuenta a los que le acompañan. De poco sirve considerar que se tiene todo si se carece del compañerismo de las personas que se tienen al lado. Esto es muy complejo y a veces también contradictorio, nada fácil de entender y mucho menos de explicar. Si hay algo difícil que merece toda la sutileza y cuidados del mundo, como si fuera casi una caricia, es precisamente esa convivencia. No es nada seguro que el individuo se considere el rey del universo cuando no deja de ser uno más de este conglomerado humano que se llama mundo.
No intento aquí aclarar cuestiones que no vendrían al caso, intento, sencillamente, decirme a mí misma lo difícil que es convivir, llevar la vida tranquila y sosegada entre un grupo de seres humanos que no piensan igual casi nunca. Por eso, adaptarse unos a otros es lo más complicado y es, a la vez, lo que nos debiera de ocupar un estudio espiritual y psicológico que nos diera, al fin, el resultado apetecido. Repito que no es nada fácil, que aquello conlleva preocupaciones, inquietudes y, a veces, inmensos y dolorosos fracasos, pero no vamos ahora a arreglar una situación harto desconcertante y siempre complicada. Pero la solidaridad es, a la vez, el buen resultado de toda convivencia. Cuando te duelen las muelas que le duelen a tu vecino, lo importante es superar tu dolor y ayudar al vecino a superar el suyo.
Corín Tellado / El Semanal, 7 diciembre 1997
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